Sinestesia
Hace unos días, una persona compartió conmigo una canción, dijo que le recordaba a mí y que no sabía por qué. Jamás la había oído e intenté meterme de lleno en ella con la curiosidad de poder entender por qué esa canción era yo. Sería como verme a través de otros ojos.
Cuando escuché Un Planeta Llamado Nosotros de Maldita Nerea, sonreí. Fue una sonrisa de esas que dan calma y llenan el alma. Como cuando llegas de nuevas a la primera cita y al sentarte te das cuenta de que su voz titubea más que la tuya y que entre tanto caos mental sientes paz. Me daba igual por lo que fuese, pero esa canción hacía que yo ya formase parte del recuerdo de alguien.
Hay olores que también recuerdan a personas, a lugares y momentos, yo siempre recordaré ese olor a vainilla de aquella crema preferida que usaba cuando conocí Madrid, olor que por cierto, intento evitar cada vez que tenemos que elegir en la estantería del Mercadona las nuevas velas del salón. No todos los recuerdos son buenos, pero son recuerdos.
Hay colores que recuerdan a personas. Yo, por ejemplo, soy sinestésica, cada nombre o concepto para mí tiene un color, por ejemplo Madrid es rojo o Lucía amarillo. Tardé años en descubrir que no a todas las personas les pasa y tienen esa capacidad sensorial involuntaria. Pero para mí los colores también son recuerdos.
Imágenes o sombras que vienen y van. Hasta el punto de que acabo de pasar por este parque al salir de trabajar, y sin darme cuenta ya me estaba convirtiendo en eso, un fugaz y volátil recuerdo.
Cuando escuché Un Planeta Llamado Nosotros de Maldita Nerea, sonreí. Fue una sonrisa de esas que dan calma y llenan el alma. Como cuando llegas de nuevas a la primera cita y al sentarte te das cuenta de que su voz titubea más que la tuya y que entre tanto caos mental sientes paz. Me daba igual por lo que fuese, pero esa canción hacía que yo ya formase parte del recuerdo de alguien.
Hay olores que también recuerdan a personas, a lugares y momentos, yo siempre recordaré ese olor a vainilla de aquella crema preferida que usaba cuando conocí Madrid, olor que por cierto, intento evitar cada vez que tenemos que elegir en la estantería del Mercadona las nuevas velas del salón. No todos los recuerdos son buenos, pero son recuerdos.
Hay colores que recuerdan a personas. Yo, por ejemplo, soy sinestésica, cada nombre o concepto para mí tiene un color, por ejemplo Madrid es rojo o Lucía amarillo. Tardé años en descubrir que no a todas las personas les pasa y tienen esa capacidad sensorial involuntaria. Pero para mí los colores también son recuerdos.
Imágenes o sombras que vienen y van. Hasta el punto de que acabo de pasar por este parque al salir de trabajar, y sin darme cuenta ya me estaba convirtiendo en eso, un fugaz y volátil recuerdo.
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