felices

El otro día me dio por juntar todas las palabras que a lo largo de mi corta edad me han hecho llegar. Cualquiera que me conozca ya sabe que yo prefiero bailes a collares, risas a camisas, sueños a pañuelos, cenas a cadenas o palabras a guerras, aunque no todo aquel que va a la guerra lleva un arma. Acabar en el lugar más insospechado de la ciudad y que a todos nos dé igual. Con ellos, con ellas, con tu amante, o contigo mismo. Da igual. Cualquiera que me conozca sabe que yo prefiero tiempo a dinero, y eso es lo que volví a descubrir al releer todas esas palabras desnudas que yacían esa noche sobre mi cama, y al oír cada fonema que salía de mí al expresar en voz alta todo lo que se decía ahí. Yo quiero algo que no sea efímero, y que no pueda quedar replegado en un cajón, en un armario o un santuario. 

Aquella noche volví a entender, que ser felices no es cuestión de querer llegar a la cima, sino de saber disfrutar de la montaña y de llevar a los mejores alpinistas como equipo. Quizás, ahora entiendas que a mí algo material no me sirve para llegar a la cumbre, me sirven los momentos, experiencias o vivencias.

De modo que, si algún día, tú que estás leyendo esto, decides tener algún detalle conmigo, o te estás quebrando la cabeza por dar con el regalo acertado, no gastes tu tiempo pensando, porque es lo único que quiero de ti. Tu tiempo. 

Es lo único que nos va a salvar cuando seamos mayores, o no tanto, y nuestra vida penda de un hilo. Saber que hemos tenido tiempo, para estar juntos o separados, pero que al menos lo hemos saboreado. 

P.D. Regala(me) tiempo