en llamas

Hay fuego, mucho fuego, no hay ni principio ni horizonte, no hay entrada ni salida, solo un cielo ardiente que amenaza con asolar mi mente, y allí a lo lejos creo que veo una silueta, veo como corre entre el follaje dormido, veo como intenta tomar velocidad y de vez en cuando se para, para respirar. Se arrastra e intenta reptar camuflándose con la realidad intentando llegar a esa bruma oscura que parece que tendrá la cura. Intento chillar, pero la silueta corre mucho más, me gustaría decirle que parase, que allí fuera no hay otra realidad, que deje de agitar sus piernas que parece que están a punto de explotar. 


Se ha parado, mira a un lado y al otro, parece que está perdida, muy perdida, yo intentó llegar a su encuentro, pero parece un maldito sueño de esos en los que jamás llegas al final, que tus piernas se frenan e intentan ralentizar cualquier intento de ganar. No me ve, por mucho que grite, mis aspavientos no entran en su campo de visión y siento cada vez más tensión. Se vuelve a mover, e insiste por dejar la oscuridad y acercarse a esa llama gigante que cubre el más allá, pero ¿dónde va?, se va a quemar, se arrepentirá y no habrá vuelta atrás. 

Yo ya no puedo más, mis piernas han decidido frenar, mi alma agitada siente que ella ya está acabada, no me sale la voz, y mis brazos ya no se baten intentando ser su salvavidas. Me desvanezco rendida ante su incesante huida. 

Vuelvo a abrir los ojos, ahora la que está corriendo soy yo, mis piernas no me obedecen, las ramas secas de los árboles chocan contra mí y no consiguen cesar el ritmo, pero qué pasa, por qué, necesito parar, no tengo aire, siento como mi pulso se acelera y hasta el oxígeno me envenena. Que alguien me salve. Veo la luz, la cruel llama incandescente que arrasa con el horizonte, y que va a quemar todo el monte. Y yo sigo, sin querer, acercándome a la bruma que hace desaparecer todo aquello que un día vi nacer. Intento mirar hacia atrás pensando que alguien ahora a mí me salvará, pero no hay nadie más, y no entiendo esto de qué va. 

Ya no hay vuelta atrás acabo de cruzar la línea que separa la oscuridad de esta llama viva que un día me va a quemar, y aquí no hay nadie más solo aquella silueta que yo intenté frenar. Me acerco a ella fatigada y sin ánimo de intentar otra caza más, pero ella ya no se mueve, y no tiene intención de caminar. Mis ojos oscuros brillan, y entre tanta luz, aquella oscura figura se gira y cuando la bruma se desvanece mi corazón se entristece. ¿Cómo puede ser real? Cómo podemos tener la misma perdida y triste mirada, la misma cicatriz en el brazo o el mismo lunar en la cara. Cómo puede ser...

Era yo. He intentado salvarme a mí misma, y no he sido capaz. Era yo quien corría perdida, con miedo y marcando la huida, era yo quien intentaba buscar la salida de una manera suicida, era yo quien luchaba conmigo misma intentado frenar ese desenlace fatal y no he sido capaz, porque hasta aquí he tenido que llegar. 

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¿Cuántas veces habéis luchado contra vosotros mismos sin vosotros saberlo? ¿Cuántas veces el miedo, un sentimiento de inferioridad, de falta de confianza o de seguridad ha acabado con vosotros y os ha hecho buscar una salida suicida?

No necesito vuestra respuesta, sé que muchas, o muchísimas, pero ya sabéis, si habéis leído esto no me gustaría que os encontraseis con vosotros mismos cuando ya no haya vuelta atrás, y mucho menos que seáis vosotros quienes sin daros cuenta os llevéis al lugar equivocado. Antes de buscar una salida desesperada, intenta encontrarte a ti mismo y no huir de ti. A todos alguna vez nos ha pasado, y no es malo reconocerlo, yo la primera, porque luego, eres capaz de romper barreras y llegar a donde siempre has querido llegar.









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