Apagar[te]
Cuando encendemos esa mecha tendemos a pensar que podemos controlar esa llama, nos gusta pensar que tenemos todo el control, pero el fuego es extremadamente difícil de contener y solo cuando crees que has extinguido las llamas, se reaviva, absorbe el aire y además arde y brilla más que nunca.
¡Qué difícil va a ser apagarte!
Sentía el calor de cerca y no me quemaba y si lo hacía no lo recuerdo o no lo notaba, estaba ocupada. La sombra crecía en la pared, cada vez éramos más grandes y más oscuros, pero ¿A quién le importaba las dimensiones de aquellos cuerpos bailando mientras la llama les iba agotando?.
¡Qué difícil vas a ser de apagar[te]!
La llama vivía cada día y yo quería que creciera, claro que no sabía, que podía quemarme y llevarse con ella el calor de mi invierno, al igual que ese sutil baile de sombras que se dibujaba cada noche en mi pared cuando jugábamos a oscuras.
La llama no se desbordó, fuimos nosotros quienes la tendimos sobre nuestros cuerpos, quienes le dimos la potestad de fundirnos y no en uno, sino en dos. Ese fue el error. Dejamos de vivir en el mismo cuerpo y empezamos a caminar ardiendo en sentidos opuestos.
¿Por qué se desbordó? ¿Fuiste tú o fui yo?
¡Qué difícil va a ser apagarte de mi vida, apagarte de mis noches, de mis sueños, de mis esperanzas!
¡Qué difícil será mirarte y saber que un día esos ojos miraron por mí y yo por ellos!
La esperanza que un día me dio ese fuego es saber que es difícil de contener y que en cualquier esquina pueden arder de nuevo dos cuerpos, no seremos tú y yo, pero el baile comenzará y los dos volveremos a aprender a bailar.
Comentarios
Publicar un comentario