Morriña

Toda mi vida creyendo que morriña significaba algo que no era. Toda mi vida usándola en vano, cuando tenía sueño después de comer, de cenar o mientras que veíamos esa película que nunca llegábamos a terminar. Usándola como si su significado fuese algo plano, un simple estado del alma que nos hace estar menos activos de lo normal, usándola como si fuese algo bueno. Y ahora que ella ha venido a decirme que no he llevado razón nunca, que el diccionario no me apoyaba y que ella significaba mucho más que eso, me tengo que rendir ante ella y suplicarle que me perdone, pero que por favor salga de mi vida ya. Se está empezando a adherir a mis venas y arterias, está empezando a romper silencios, se empeña en romperme a mí, y yo quisiera congelarla en este instante, pero es mágica y fugaz, me atrapa y me deja débil, como aquel día que vino por primera vez a visitarme y yo le dije hola, como si nada de esto pudiera llegar a pasar. 

Recuerdo la sed y el azul al caer la tarde, pero no recuerdo cuando aprendí a llamarte por tu nombre, quizás lo hice cuando ya era demasiado tarde y cuando viniste a recordarme algo que ya había creído olvidar, algo que ya no rozaba mi piel, algo que ya no hacía poesía con mis días. 

Perdóname, prometo no olvidarte nunca más, pero vete, vete de aquí. Deja que el sol pueda bañar mi cara con su luz en cada amanecer y que tu nombre no se pasee ante mí, y sin avisar, en aquellos lugares que creí olvidar, pero que nunca he dejado de frecuentar.

Morriña, ese estado del alma que echa de menos de más y te bloquea el sistema central. Te destroza cada vez que te habla de ello y te anticipa el vendaval. 


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