último domingo

La 1:58 de la noche. Y yo aquí tratando de dilatar el último domingo del año...

Aún me recuerdo brindando el 31 de diciembre del año pasado depositando toda, absolutamente toda mi confianza en el nuevo año que empezaba. Algo me decía que iba a ser especial, que solo tenía que ser paciente y dejarme llevar. No me equivoqué. 

Ahora me recuerdo diciéndole a mis amigas hace unas semanas que no quería que el 2019 llegase a su fin, que había traído demasiados buenos momentos para vibrar, anécdotas especiales que saldrán con los años en cada reunión de amigos, reencuentros, bienvenidas, abrazos y nuevos regazos en los que descansar.

Llevaba tiempo sin perderme, enredarme y confundirme en estas horas de la noche. El sábado hicimos la cena de navidad de amigas y de todas esas horas que estuvimos bailando, riendo y disfrutando me quedo con las palabras de mi amiga Irene a las 9 de la mañana cuando estábamos de regreso, "No quiero llegar a casa, no quiero que se acabe esta noche, he sido muy feliz, no quiero". 

A ella le pasó lo mismo con esa noche de navidad como a mí con el 2019. No queremos que se acabe, pero todo pasa y la vida al final siempre nos alcanza. Entre canción y canción y la patita de Lucas rozando mi pierna mientras sueña acabo de caer en la cuenta del por qué de nuestras palabras. 

La vida es un proceso en el que cada uno construye su reto, pero al mismo tiempo como dice la canción, uno siente rincones inciertos. Nuestra mente no deja de correr y cuando estamos bien nuestra fe a ciegas nos hace creer que hay un final, que quizás no podamos estar mejor que ahora, o que algo malo viene detrás. No queremos que acabe este estado que nosotros consideramos "intermitente".

Pero si me paro a pensarlo y hago balance del 2019 también veo a una Sandra que ha llorado, que ha estado nerviosa, que ha tenido miedo o incertidumbre, que ha tenido días más grises, menos ganas de bailar, que se ha tirado en la arena mirando al cielo sin saber para dónde caminar, noches más largas o días más aburridos. 

Pero claro, curioso, cuando hablo de 2019 y pido que no se acabe solo veo a la Sandra que se secó las lágrimas, que se levantó de la arena y se metió al mar con las ideas claras, que se puso música en los días oscuros, que bailó en el barro y que se hizo con el mando cuando estaba perdida. 

Esa felicidad "limitada" de una noche con amigos o de un año entero se llama actitud. Ni suerte, ni buenos tiempos. 

Y es que la vida es eso, la actitud con la que me siento en el suelo, ando descalza, o con la que me duermo rodeada de mil cojines todas las noches, sola o acompañada. Es beber agua fría en invierno y en verano, ponerme siempre los mismos tacones y cambiar de barra de labios cada semana. Odiar las llamadas telefónicas y ser fan del FaceTime, ver series por las noches y dormirme con la intro. La cerveza con limón, y el gin-tonic también con Schweppes de limón, bailar cuando estoy triste y llorar cuando estoy muy feliz. Las cenas a la luz de las estrellas, la gente buena y los corazones con valores. Salir de la ducha y encharcar el baño, reírme por nada, echarte de menos y volver a las andadas. 

Los momentos o los años del calendario no son buenos o malos, somos nosotros los que nos encargamos de saber qué etiqueta le corresponde. Igual que sabemos cómo y con quién salir una noche de navidad para volvernos a casa felices, somos nosotros los que hacemos con nuestra actitud que cada día tachado en el calendario a final de año nos haga sentirnos plenos. 

No sé si vosotros lo hacéis pero yo desde que era pequeñita con cada uva que me tomo en las campanadas pido un deseo, este año os puedo revelar que mis doce deseos van a ser el mismo: ACTITUD. 

Siempre he pedido salud que para mí es lo más importante de cada día, pero con el paso del tiempo me he dado cuenta de que lo que tenga que venir vendrá, quizás el 2020 no sea muy próspero en salud, ojalá y sí, pero en el caso de que no sea así con actitud podremos subir cualquier montaña. No estamos exentos de problemas, enfermedades o accidentes, solo está en nuestra la mano la actitud con la que los enfrentamos y le ganamos el pulso a la vida. 

Mi ciencia a ciegas me dice que el 2020 puede volver a ser otro año muy bueno, pero también me dice que eso solo depende de nosotros. De momento me despido del 2019 con un amanecer que quedó grabado en mis entrañas. Un despegue, un aterrizaje, un destino.  Mar, cielo y tierra. 


¡Gracias, gracias y gracias! a todos los que sacáis un ratito y os pasáis por aquí, a aquellos que incluso reflexionáis  conmigo cada cuestión, a los que os lleváis aunque solo sea una frase de estas entradas a vuestro día a día. Hace ya ocho años que empecé esta andadura como un blog personal sin imaginarme que con el tiempo podía llegar a tocar tantos corazones.

Os deseo lo mejor en este nuevo año, aunque da igual lo que yo os desee, en vuestras manos está ;) 













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