Tormentas
A la gente normalmente le suelen dar miedo los truenos, y suele odiar la lluvia. A mí, en cambio, y a los leones, parece ser que no. Pero dime, cuántas tormentas has tenido que atravesar, desamparado, sin fuerzas y a cielo abierto. Cuántas veces ha llovido sobre ti y has creído que todo había acabado, que no había más allá y que el final estaba a punto de arrastrarte mar adentro, sin piedad y sin pensar en tu bienestar.
La vida son tormentas, unas más fuertes que otras, unas dejan una huella más profunda e hieren más, pero la clave no es salir ilesos de ellas, sino salir. Quizás aún hayas vivido pocas, pero nadie está a salvo y hasta cuando más brilla el sol el cielo se puede caer, el trueno sonar y el rayo partir tu alma en mil pedazos. Hay tormentas que no se prevén y de las que no te da tiempo a preparar el plan de huida o supervivencia, pero te puedo asegurar que es lo que nos salva, no tener ningún plan, porque nos obliga a sacar de nuestro fuero interno ese "yo", que por regla general no se suele presentar al mundo, pero que ahí está en caso de emergencia. Y todos los tenemos, aunque creáis que no.
A las tormentas no se las evita, se las atraviesa, se les planta cara y se les recuerda quien manda. Es la única forma de volver a la realidad cuando haya acabado todo, sino lo único que habrás hecho habrá sido huir o permanecer ahí sin luchar y eso cuando vuelvas a la normalidad no te va salvar.
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