Aire

No tenéis ni idea de la gente que permanece en el aire, por haber tenido miedo, por haberse equivocado y marchado antes de tiempo. En verdad, no debería de hablar de ellos y debería incluirme en ello. Todos hemos o permanecemos en el aire que cada día respira alguien, que cada día azota el pelo, hiela las manos, empuja y a veces, es capaz de volvernos locos. Todos los días vivimos por dos, nuestra realidad y la que acompaña, a veces en rachas de más de 100km/h, a él o a ella, esa persona que dejó de beber contigo, para beberse la vida sin ti.

A veces, andas sin sentido, pero siempre hacia el mismo destino, donde el viento en un día de sol es capaz de levantarse, encender las luces, mecer las copas de los árboles y recordarte lo que allí pasó una tarde a principios de verano, cuando aún no había historia que contar, ni tampoco nada por lo que marchar. Cuando solo había aire que nos rescataba del calor de la gran ciudad y nos impulsaba a ir a por más. Líneas pintadas, cigarrillos que calmaban, esquinas que no terminaban, gente que no paraba y palabras que no cesaban.

Huir es permanecer en la memoria del aire, para siempre.