Batallas

130 kilómetros, a una velocidad de 160km/hora, un vagón en profundo silencio y un cielo blanco que cubre con ímpetu las cientos de hectáreas que nuestros ojos van vislumbrando, cuando el vagón se queda pequeño y tratamos de huir a través de la ventana. 

Esta mañana la única voz que escucho es la del revisor haciendo su trabajo, aquel niño del vagón de al lado que quiere ir al baño o el pitido de la puerta cuando llegamos a la primera parada. Esta mañana no hay alboroto en esta veloz máquina, pero hay suspiros que opacan este silencio, miradas perdidas y ojos abatidos. No sé quien eres, pero tu rostro es el trueno antes de la tormenta, la estampida de los pájaros antes de empezar a llover o la sinopsis de una película triste. 

Trato de mirarte de reojo, a hurtadillas y sin parecer curiosa, pero hay miradas que son imposibles de sortear. Me encantaría sentarme a tu lado, y sonreír, aunque bueno, la mascarilla taparía mi gesto, pero la mirada sé que te trasladaría mi mensaje. Me encantaría sentarme a tu lado, decirte que no te conozco de nada, y que no soy quien para preguntar, pero que a 160 km/h puedo ver de lejos como tus ojos brillan y están a punto de desbordar. 

Con la mirada intento buscarte, a través de todos estos espacios que nos separan, quiero gritarte que no estás sola, que todo va a salir bien, y sino sale hay muchas formas de mitigar el dolor. Pero el tiempo pasa, los kilómetros se reducen, y cada vez que me queda menos tiempo para lanzarte un pequeño gesto.

Y es que hay tantas veces que nos topamos con gente que no tiene un buen día, que ha sufrido una perdida, que tiene un problema económico, personal o laboral o que sencillamente espera unos resultados, que no hace falta que se tomen un café con nosotros para ponernos en contexto, porque a través de su mirada podemos entendernos. 

En mi lista de You Tube, sí, You Tube, esto es algo que ya que hemos comentando en otras ocasiones, de forma aleatoria suena la canción de Manuel Carrasco Mujer de las Mil Batallas, y lo siento si te incomodo, pero no puedo dejar de mirarte, y pensar que quizás vienes de una de esas batallas, que estás en ella o que incluso vas. Que quizás tu armadura esté ya demasiado dañada de tanta lucha, o que hay heridas que no logras sanar para poder continuar. Lo siento, pero no puedo dejar de mirar como tus ojos vacilan en cada uno de los rincones de este lugar, tratando de perderse, evadirse y quizás de no pensar. La canción sigue sonando y yo me creo que la estás escuchando, y sonrío tratando de buscar tu mirada para hacernos cómplices de este momento. 

Lo que diga esta de más, ya sé que quieres gritar
Y no te sientas sola, contigo estoy..(dice la canción)

Contigo estoy, a escasos metros, siendo una completa desconocida que trata de meterse donde no la llaman, pero que quiere alejarte de la nube negra que ahora mismo se está desplomando sobre ti, mientras agachas la cabeza y la mueves de un lado al otro como si estuvieses resignándote a seguir intentándolo. Te busco tratando de decirte que Contigo estoy

Suena el móvil, mamá me está llamando, a la vez que descuelgo noto que el tren ya no parece levitar a 160 km/h, ahora está parado y al otro lado del teléfono se escucha una voz algo intranquila. Dos segundos bastaron para que nerviosa mamá me preguntase que dónde estaba, que por qué no bajaba del tren, que qué había pasado. Cuando mis ojos recién despertados consiguen entender lo que está pasando, las puertas del tren empiezan a sonar y yo no tengo apenas tiempo para lanzarme de mi asiento al andén antes de que el tren vuelva a emprender su trayecto. Sí, me he quedado dormida, y estoy a dos pasos de saltarme mi "fin del trayecto".

Como si nadie hubiese allí, salto los escalones del tren de un solo brinco para aterrizar en la vías con la fortuna de que una papelera acaba de frenar mi aterrizaje forzoso contra el suelo. Es entonces cuando las puertas del tren se cierran y yo empiezo a caminar hacia la salida donde veo a lo lejos a mamá y al pequeño Lucas que no sabe ni donde está.

Según avanzo, cada vez más cerca de ese abrazo de una madre ansiosa por ver a su polluelo, veo que las puertas del siguiente vagón se vuelven a abrir, y a lo lejos tras de mí escucho una voz con timbre muy peculiar, y muy dulce a la vez, a pesar de estar gritando tratando de llamar la atención de alguien. Es entonces cuando me giro como acto reflejo y veo que hay alguien en una de las puertas de los vagones que ya dejé atrás, sin llegar a bajarse del mismo, haciendo aspavientos con la mano, mientras sostiene algo que me resulta familiar. Y sí, es mi pañuelo, aquel pañuelo de colores que mi abuela me regaló aquellas navidades que pasamos por quirófano. 

Inmediatamente dejo la maleta en el suelo, y vuelo a su encuentro. Voy con la mirada perdida en esos colores verdes, magentas y azules que dibujan cientos de flores en aquel pequeño trapo, como a nosotras nos gusta llamarlo, suspirando por haberlo dejado casi olvidado. Antes de llegar ya estoy dándote las gracias por salvarme de lo que podría haber sido una gran perdida. 

Cuando mi mente ofuscada consigue reaccionar, aumento el ritmo de mi andar, y llego hasta allí, amarrando con ímpetu la otra punta del pañuelo para que tú, que has sido tan amable, no tengas que bajar del tren.  Al sostener esos colores de nuevo entre mis manos, descubro que algo ha pasado, y es en ese instante cuando tras una hora y media tratando de salvarte de tu tormenta, veo que has sido tú la que me has salvado de la mía. Después de 130km, por fin me me cocho con tu mirada y te envio de vuelta el salvavidas. 

Gracias Mujer de Las Mil Batallas por prestarme tu paraguas en mitad de tu tormenta.

Todo saldrá bien ;)  





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