Ella volvía

He vuelto. Así decía al mirarse en el espejo.
He vuelto y para quedarme.

Se encendían las luces de la oscura y cálida ciudad al mismo tiempo que ella ponía primero el pie derecho y luego el izquierdo sobre el asfalto, aún ardiendo del fuego que había azotado durante el día cada rincón de la inmensa ciudad. Los coches volaban y soltaban calientes ráfagas de aire que levantaban sutilmente su vestido y dejaban entrever la puntilla de su ropa interior. Sonrisas tímidas y disimuladas se disipaban entre la multitud. Las estrellas comenzaban a brillar con fuerza. Ella volvía.

Volvía y para quedarse.

Había estado tanto tiempo fuera que era como si nunca hubiera estado. Sonaban las llaves, la cerradura parece crujir y la puerta no quererse abrir, pero había vuelto y para quedarse.

Como si nunca hubiese allí estado, como si nunca hubiese soñado en esa cama blanca, como si nunca se hubiese entregado en ella, como si nada de eso hubiese pasado...


Quizás, había vuelto aquella que nunca allí había estado. Había vuelto y para quedarse.










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